Ensayo: Surgimiento y actualidad del MAS en Bolivia
Autor: Esteban Arquiel
MAS ordenando, que cediendo
El pueblo boliviano vive momentos de carnavalito, pero al parecer a algunos grupos económicos y críticos internacionales, no les agrada esa fachada del gorrito coya, que se combina con ponchos coloridos. A decir verdad, ellos preferirían un traje más sobrio, con un baile que no requiera tanto movimiento, y del que participen pocos, siempre los mismos. El Movimiento al Socialismo (MAS) surgió allá por el año 1995 como una fuerza campesino-indígena de protesta contra interminables gobiernos bolivianos (democráticos y dictaduras) que hicieron de la injusticia social, bastión fundamental de sus políticas de estado. El contexto de nacimiento de este movimiento social se corresponde con la confluencia de una emergencia politizada del clivaje campo-ciudad; la crisis del modelo económico neoliberal; y una crisis de representatividad de los partidos políticos, en particular la ausencia de partidos de izquierda con alguna solidez institucional, producto de sus malas gestiones de gobierno. Posteriormente llegó al poder a través de elecciones democráticas en 2005 con el 54% de los votos, y una vez instalado como partido gobernante, algunos sectores que no simpatizan con la cultura del carnavalito cuestionan la forma de gobernar a partir de un líder que concentra todo el poder, y además baila de otra manera, se viste con otros colores, es distinto…
Estos cuestionamientos se consolidan en tres momentos complejos del ejercicio del poder: en el Pacto de Unidad y Asamblea Constituyente, en la Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM), y en el Mecanismo Nacional de Participación y Control Social. El Pacto de Unidad nació como un espacio de deliberación colectiva corporativa y de movilización del sector campesino e indígena fuera del partido, y en la actualidad se cuestiona la poca participación activa que tiene en la política boliviana, después de haberse aprobado la nueva constitución. La CONALCAM se inició en 2007 como una instancia de coordinación conformada por sindicatos, Ejecutivo y Legislativo, en la cual algunos críticos consideran una fuerte influencia del primer mandatario boliviano. Y en lo que respecta al tercer momento, tras aprobar la Constitución, el gobierno creó el Mecanismo Nacional de Participación y Control Social, dependiente del Ministerio de Transparencia Institucional y Lucha Contra la Corrupción, de manera que se establece el derecho a la participación pero para los sectores organizados, que para serlo, tienen que estar reconocidos por el Estado.
La discusión que gira en torno al MAS es sobre la concentración de poder que existe en la figura de Evo Morales. Ahora bien, funcionar como partido opositor lógicamente no tiene congruencias con ser partido gobernante. La dinámica interna y el accionar del MAS ya no es igual a esa fuerza de protesta que nació en la década de los 90 para acabar con la injusticia social del pueblo boliviano. Entonces, si entendemos el objetivo fundamental por el que se originó el movimiento, y la realidad que hoy vive Bolivia de contar con un incremento de sus reservas internacionales de 1.700 a 9.000 millones de dólares lo que le permite conseguir estabilidad macroeconómica; disminuir del 40 al 30 por ciento sus índices de extrema pobreza con tendencia a bajar mucho más; la inclusión de los sectores más abandonados, odiados y marginados, como los campesinos, indígenas y originarios, que por primera vez asumieron en 185 años responsabilidades para servir a su pueblo; dejar de ser después de Haití el país más pobre de América Latina y el Caribe, y pasar a ser, tal como lo indican estudios del Banco Mundial, un país con ingresos medios, similar a Argentina, Brasil, Chile y Colombia, lo que le permite acceder a mejores programas de apoyo económico y social; más de una persona deseará que su líder concentre todo el poder, y baile el carnavalito.
Acaso es menester preguntarse si Brasil, Ecuador, Argentina y el propio Bolivia hubiesen podido llevar a cabo grandes cambios sociales a través de la descentralización del poder y consensuando todas las acciones de gobierno. Sin dudas sería el ideal de toda democracia, pero para concretar esa utopía tendrían que existir también medios de comunicación que descentralicen el poder; partidos opositores que busquen el bienestar común y no el oportunismo político; y sectores económicos dispuestos a compartir al menos en un mayor porcentaje “la” ganancia. Mientras tanto hay que mandar obedeciendo como pregona Evo Morales, MAS ordenando, que cediendo.
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